G.H.
Si pensáis seguir trabajando como lo hacíais con el mojigato de Wilson, ya podéis ir haciendo el petate. Seguro que pensáis que vuestro trabajo aquí ayuda a alguien... ¿Estáis de coña? Hay un comedor social a tres manzanas; allí podréis realmente ser de ayuda, sobre todo si sustituis al tío que cocina los lunes y los jueves. No me miréis así, ¡odio las judías! Pero está cerca, es barato y te dan buena conversación. Aunque no creo que os dejen pasar con vuestra pinta, ¡daríais grima a los pobretones! Se acabó la historia de hacer como que cambiáis el mundo, de decirle a los inversionistas dónde meter el dinero de los demás, o de asesorar a políticos para que apliquen mal el remedio equivocado a un problema erróneo. Ser economista es otra cosa.
El economista es un aguafiestas. Es el tío al que le enseñas tu apartamento en la playa y te recuerda los lugares que vas a dejar de conocer, los hoteles y spas que nunca vas a pisar para pagar una hipoteca más y terminar discutiendo con la parienta porque ya no hacéis “cosas nuevas”, compartiendo la piscina con un atajo de malcriados, barriendo suelos, fregando platos y haciendo camas en vacaciones. Él lo llamará “coste de oportunidad”. Cuando para compensar le cuentes lo que lograste regatear en ese viaje exótico por la alfombra “artesanal” preguntará por qué estás tan seguro de no haber sido tú el pardillo. ¿Información asimétrica? Eso creíste oír mientras le cerrabas la puerta en las narices a ese impertinente. Si al menos le hubieses enseñado tu monada de jardín, y le contaras lo contenta que está Cindy con él, cómo se desvive por venir cada quince días para que el jardinero no haga chapuzas, mientras está de morros todas las vacaciones... ¿Por qué lo llama externalidad cuando quiere decir cornudo?
No todos somos tan honrados, algunos economistas se venden. Porque pagan más, por comodidad, porque quieren engañarse o porque son unos idiotas. De hecho, algunos se han apuntado a la fiesta, se han despelotado y ahí los tienes, subidos a la barra como strippers, animando y calentando al personal para que beba y gaste más de lo razonable. Y como el ying al yang, el correcaminos al coyote o la comida texmex a las cartucheras de Cuddy, los traidores llaman a los puros. Son los economistas que se creen curas, modelo ayatolá o versión “guay”, tanto da. Con los ayatolás la fiesta termina rápido: de rodillas a rezar, o a darse con el cilicio; a salvar ballenas, o a hacer como que trabajas para que el Estado haga como que da de comer a los pobres... ¡y que corra el aire! Como los ayatolás no son simpáticos, se inventaron los curas “guay”. Fiesta sí, pero light; sin drogas, sin fumar; ¿se puede beber? ¡Claro que sí! Pero no alcohol... Mercado sí, pero regulando; igualdad sí, pero sin guillotinar a los ricos. Papanatas como Wilson.
Yo soy un aguafiestas. Existo porque hay fiesta, por eso no quiero ni reventarla del todo ni hacer de ella un muermo. Sólo quiero divertirme a mi manera, fastidiando al tío de al lado. Pero lo hago por su bien: alguien tiene que recordarle que el mundo sigue existiendo tras los cristales del local, que el tiempo no se detiene. A fin de cuentas las fiestas merecen la pena mientras las comparemos con nuestra patética existencia.
El economista aguafiestas no es ni una stripper ni un cura, se parece a un médico: estás sano hasta el primer análisis de rutina. Convierte la barriguita en sobrepeso; la barbacoa de los domingos en colesterol, y el "es la primera vez que me pasa, bebí mucho anoche” en una suscripción a viagra. Sales pensando que tienes que dejar esto o lo otro, que no volverá a pasar, que te apuntarás al gimnasio... Pero a fin de cuentas la vida está para vivirla, y cuando te escacharras... para eso pagas el seguro, ¿no? ¡Pues hasta la próxima fiesta! Como los médicos, el economista aguafiestas evita el colapso para que la gente pueda seguir viviendo. Para que otros puedan seguir en una fiesta que merezca la pena, y él disfrute chafándola.
Pensé estudiar Medicina, pero... quizás en otra vida. Por cierto, Cameron... ¿quieres quitar esa cara de pasmo? Es que me distrae de tu canalillo.
sábado, 7 de marzo de 2009
El aguafiestas
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