domingo, 15 de marzo de 2009

LOS FELICES 90: Si anda como un pato...

G.H.

En los 90 los economistas creyeron encontrar la fórmula para impulsar el crecimiento, reducir el desempleo y contener la inflación y el déficit público. Lo llamaron “Nueva Economía”, y se debía a que “ya no producimos bienes: producimos ideas”. ¡Serán idiotas!

Esto de la “Nueva Economía” es un camelo. Rentable, por supuesto... ¿habría camelos si nadie se beneficiara? Pero estúpido. Querían convencernos de que había una economía nueva: “ya no producimos bienes, sino ideas”. Y que hacía falta una “nueva economía”, que olvidara el desempleo, la inflación o las recesiones, y se dedicara a reducir el déficit público, rebajar los impuestos, liberalizar a tutiplén y dejar que mandaran los mercados financieros. Una juerga.

La Nueva Economía decretó el fin del ciclo económico, liberándonos del vaivén de expansión y recesión porque el crecimiento sería eterno... para que lo entendáis, es como pasar del oscilante trasero de Cameron entre dieta y dieta al increíble culo creciente de Cuddy.

Pero House, los resultados económicos en los 90 en EEUU fueron impresionantes: las tasas de crecimiento fueron muy altas, comparadas con el estancamiento desde la crisis de los 70. Además se redujo el paro rebajando a la vez la inflación. Si eso no es una “Nueva Economía”... ya sabes, “si anda como un pato, suena como un pato y nada como un pato... probablemente sea un pato”.

¡O quizás un idiota disfrazado y borracho que se cayó a la piscina haciendo “truco o trato” en Halloween! Las cosas pocas veces son lo que parecen. En los 90 hubo logros, pero los de la Nueva Economía les adjudicaron causas equivocadas.

La productividad creció por la inversión realizada años atrás en tecnologías de la comunicación, no por la liberalización. Cuando la política prudente de Clinton revivió el crédito frente a la devastación bancaria que provocó Reagan con sus altos tipos de interés y su burbuja inmobiliaria, los “nuevos economistas” vieron la magia de la reducción del déficit. El aumento de la riqueza provocado por el círculo virtuoso del bajo desempleo, que daba seguridad a la gente para invertir en mejorar sus capacidades, lo suplantaron por el boom de las bolsas. Es equivocado, pero no engañoso: no nos tomamos la molestia de crear ideologías para seguir preocupándonos por la realidad.

Y Chase, eso no era un pato. Los patos, es decir, las patas, ponen huevos. Lo que puso tu pato fue una burbuja. “Puntocom”, pero seguía siendo una burbuja, generada porque los precios están muy por encima de los valores. Cuando estás en una burbuja, hay una regla muy sencilla para no perder: no ser el último en querer vender. Pero si todos la siguiéramos se provocaría el pánico... para evitarlo, las autoridades niegan que sea una burbuja, y hacen todo lo posible por estabilizarla y dar confianza... con lo que la engordan más aún. Además, ¡qué carajo! Eso de “no perder” es de pringados: los triunfadores revientan la caja. Pasar de pringado a triunfador transforma sutilmente la regla: ahora hay que ser el penúltimo en querer vender. El problema está en que no estás seguro de serlo hasta que no aparece el último, que es al que le revienta en las narices.

Continuemos con la “patología” de Chase: ¿no anda un poco raro ese pato? Es normal, ¡hablamos de los 90, la edad de oro de las drogas de diseño! Frenesí molaba, era la preferida en Wall Street y en el Capitolio. No os hagáis los tontos, viciosillos... Te colocaba con una fuerte dosis de rebaja fiscal de las plusvalías, es decir; que si vendo mi participación de aire en una burbuja pago menos impuestos que un tío que gane lo mismo con su trabajo, sexando patos por ejemplo.

Y todo sea dicho: tampoco sonaba como un pato. Los patos graznan, y los economistas fisgonean; la contabilidad se inventó para que el voyeurismo llegara a lo más íntimo de la empresa. Pero eso eran los viejos economistas, que se excitaban viendo carne. Los nuevos prefieren fantasear, así que... ¿por qué no utilizar la contabilidad para ganar pasta, mostrando no lo que es, sino lo que podría ser? Los ejecutivos comenzaron a generar deliberadamente mala información sobre las empresas, atrayendo inversores (justificando de paso sus abultados honorarios), con la inestimable complaciencia de las autoridades económicas, y los auditores, que no querían ser los únicos en no llevarse su parte. ¿Recordáis ENRON?

El hombre del momento, San Alan Greenspan, pudo haber intervenido, pero... ¿para qué? Habló de exuberancia irracional (no se atrevió a decir burbuja, no vaya a ser que una palabra suya bastara para cargársela), pero como la mayoría de los economistas, perseguía una revelación. Algunos pensamos que si algo funciona, debería subir en el mercado. Los de las revelaciones creen que si algo sube en el mercado es porque debe de funcionar (aunque no tengan ni puñetera idea de por qué). El mercado perfecto es infalible; si falla es porque no se trataba de un verdadero mercado perfecto: si parece un pato, será porque es un pato.

Poco importa que estos tíos cometan la falacia de comparar un mercado libre idealizado con una economía regulada imperfecta. Y como no terminaron de provocar el apocalipsis financiero en 2001, el camelo sobrevivió, y así estamos. Por cierto, Chase, ya que has sacado el tema, ¿sabes en qué se diferencia tu último ligue de un pato? ¿No? ¡Nunca pensé que fueras tan poco selectivo!

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