lunes, 30 de marzo de 2009

LOS FELICES 90: The Great Pretender

G.H.

“Oh yes, I'm the great pretender...”. Sí, estoy contento. He logrado que el nuevo vigilante me echara del aparcamiento para lisiados, porque creyó que fingía mi cojera. ¡El tío casi la palma cuando llegó su jefe con una queja por trato vejatorio a un pobre discapacitado! ¿Nuevo vigilante? Quise decir nuevo EXvigilante. El tercero en el semestre, estoy depurando la técnica.

Al final Cuddy se ha rajado pero el tío es un idiota, piensa como un vulgar economista. Vio una jugosa plaza de aparcamiento junto al ascensor, un caradura dispuesto a quedársela, ¡y no pensó que podía ser un cojo fingiendo ser un tío que finge estar cojo! ¿Quién iba a saber que forma parte de un genial contubernio para incordiar a la decana hasta que me libere de las tutorías?

En los 90 tampoco se dieron cuenta de que era la hora de los “grandes simuladores”. Aparecieron como “nuevos liberales” pero si los viejos levantaran la cabeza no les duraría mucho pegada al cuerpo. Decían que la política es enemiga del mercado, pero ¿conocéis a alguien en el mundo de los negocios que cuando ve la oportunidad de que le ayude el gobierno deje a la ideología interponerse? Aman el libre mercado... sólo cuando éste les ama a ellos. Son liberales que fingen ser muy liberales para que el Estado trabaje a su favor. Como el cojo que finge estar más cojo.

La simulación se da en tres pasos. El primero es competir para cargarse la competencia. Según los manuales lo que hace buenos a los mercados es no tanto la competencia como que ésta sea posible. Pero esos liberales compiten para que no haya competencia: quieren competencia POR el mercado, no EN el mercado. Se lucha hasta que uno llega el primero y entonces el ganador se lo lleva todo. ¿No es raro que una gente obsesionada por la competencia se oponga a la legislación antimonopolio? ¿El monopolio es mejor si se ha competido para lograrlo? Los nuevos liberales son a los mercados lo que Hitler a la democracia: “me han votado, así que me quieren; si no vuelvo a convocar elecciones... ¡nunca dejarán de quererme”. Los nuevos liberales no compiten: conquistan. Y en los 90 proliferaron los nuevos mercados: telecos, software, privatizaciones, países emergentes y excomunistas...

El segundo paso es asegurarse de que hay riesgos, y los corren otros. Dicen que vivir en el filo de la navaja es bueno para no apoltronarse, pero los ejecutivos se blindan con indemnizaciones millonarias. ¡Lo realmente intolerable es el seguro de desempleo para la hispana que pasa el mocho! Lo mismo pasa con los impuestos. Quieren erradicarlos, pero sólo los que pagan ellos (los de plusvalías, por ejemplo). Los de los trabajadores pueden subir: a fin de cuentas, alguien tendrá que pagar las cárceles, o las clases de creacionismo en la escuela pública; ¡y quién mejor que sus beneficiarios!

El guardia ha visto un paso firme primero, y un quiebro arriesgado después... Llega el momento clave: la irracionalidad. ¡Que la pierna firme cojee y la coja sea firme! No hay razones para que la economía crezca tanto, pero actuamos como si las hubiese. Es la “exuberancia irracional”: compramos no porque creamos que las cosas valgan lo que valen, sino porque las revenderemos a un mejor precio. La pierna coja se recompone. Pero de pronto pasa algo. Porque las autoridades destapan algo, o los países pobres dejan de hacer el primo... ¿No sabéis que nuestro nivel de vida lo financian esos pobretones, a los que obligamos a comprar dólares y bonos de deuda pública para mantener alto el tipo de cambio y bajos los tipos de interés? ¿Qué harían esos egoístas si no, invertir en escuelas u hospitales? El FMI y el Banco Mundial han resultado no ser tan inútiles, y mantener un ejército de más de 600.000 millones de dólares es un buen aval.

Volviendo a la historia del cojo que fingía cojear, y del liberal que fingía liberalizar. Pues eso, que algo tuerce las cosas, y la pierna robusta flaquea. Lo llaman “pesimismo irracional”, porque la gente malvende todo presa del pánico. El engaño se descubre, así que lo que parecía fuerte es débil, y lo que era fuerte se ha debilitado. Pero mereció la pena, ¡estamos forrados!

¿Qué haríais vosotros? El negro que defiende el sistema porque “he llegado lejos estudiando con becas” propone resolver el primer paso: una nueva regulación antimonopolio más eficaz que fomente la competencia en todos los mercados. La pija sensible va al segundo paso: hacer que los ricos corran riesgos sin red, y proteger a los pobres. Y el rubito friedmaniaco cree que el cojo chochea, pero piensa en su doctorado, me sigue la corriente y dice que la última causa de la irracionalidad está en alguna perversa regulación gubernamental... Penoso.

El problema de verdad es la gente. Es decir, el vigilante del aparcamiento. El éxito de los nuevos liberales fue político: convencieron a las clases medias de que gracias a ellos estaban a punto de convertirse en clase alta. ¿Por qué cuestionar el juego amañado cuando se está ganando? Son como el vigilante con exceso de celo que cree que trabajando duro ascenderá, cuando en realidad le ha contratado una decana siliconada para cazar la subvención de emplear exconvictos o yonquis rehabilitados.

Bipbip. Es de Cuddy A ver... “asignación de tutorías bla, bla, bla... exentos este semestre...” ¡Funcionó! “Oh, yes, I'm the great pretender...”.

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